Hace mucho, mucho tiempo, en un mundo lleno de leyendas donde los dioses convivieron con los hombres y... Bueno, quizás no fue hace tanto. Somos Aristóteles, un griego que llega a Grecia desde no se sabe muy bien dónde, solo para encontrarse que su hogar, su tierra madre, está siendo atacada por terribles y legendarios monstruos que tendrá que aniquilar por el bien de la democracia y los comics de Frank Miller. De hecho no bien comenzamos a jugar nos encontraremos con el epopéyico Leónidas y sus algo menos de 300 espartanos que intentan derrotar a las hordas provenientes del Hades, o de otra parte. Me perdonaréis la vaguedad con la que describo el arranque de la historia de Titan Quest, porque, sinceramente, hace tanto que comencé a jugar que no la recuerdo muy bien.
Dicen que la duración de un juego es esencial, que cuantas más tiempo dure, mejor. Pero cuando llevas decenas de horas haciendo lo mismo y simplemente avanzas por la inercia de la rutina, como el que va a trabajar cada mañana, se acaba echando de menos la absurda brevedad de una campaña de Call of Duty.
Y es que a este juego de gestión de inventario y del fortalecimiento del dedo índice, le he dedicado más horas que a otros títulos mucho más "complejos", en teoría, como Fallout 3 u Oblivion. La cuestión es que gran parte de ese tiempo desperdiciado lo he empleado en tratar de averiguar si las grebas laberínticas mejoradas con sangre de gólem son mejores que las grebas de hiena sacralizada, un coñazo que hace de este juego el preferido por los oficinistas y aquellos que nacieron para ser auxiliares administrativos.
Y el caso es que comencé muy animado. Era mi primer contacto con un juego de estas características desde Hellgate London y además, Titan Quest tiene unos gráficos muy animados, coloristas y alegres por lo que inicié el noble arte de despanzurrar sátiros con muchas ganas.
A medida que pasaban las horas, me fui percatando de que la historia me iba a llevar en un viaje a
través del mundo y de las mitologías universalmente conocidas y sus monstruos legendarios, desde la archiconocida griega y sus cíclopes hasta los dragones chinos, pasando por la mongola, que como no es muy conocida, decidieron meter velociraptores y tigres en bikini, a ver si colaba. Total, a ver dónde encuentras un mongol que te pueda decir que allí eso no existe.
La mecánica de juego es sencilla como un palo de madera: matar enemigos a los que señalamos con clics de ratón, recoger items, ver cuales serán útiles y volver al punto 1. Al final terminas tan harto de ir comparando armaduras y armas que solo coges aquellos cuyos nombres estén escritos en color azul o púrpura, pues según la potencia de los objetos, el nombre de los mismos aparecerá en un determinado color, pero es otra de las cosas que han huido de mi memoria para dejar espacio para otras cosas más útiles, como el número de pecas presente en el pecho derecho de Bella French (17).
Por si fuera poca la enorme variedad de artilugios defensivos y ofensivos, podrán mejorarse con una cantidad abrumadora de potenciadores, muchos de ellos presentes únicamente en determinadas regiones, lo que hace que sea necesario haber estudiado una carrera para llegar a tener posibilidades de éxito en nuestra aventura, aunque en el nivel fácil es un paseo. Además si nos matan reapareceremos en uno de los múltiples puntos de control que encontraremos en los bordes del camino, a la sombra de los pinos, aunque nos penalizarán con una reducción de los puntos de experiencia (nada demasiado grave) y diez minutos de tu vida perdidos que no podrás dedicar a inventar algo extraordinario como las hamburguesas de croquetas (pendiente de patente).
Se me olvida comentar que además podremos ir eligiendo técnicas y poderes como en los típicos MMORPG. La cuestión es que hay tanta variedad que, o bien pasamos de la mayoría, o bien pasas del juego y te pones a matar monstruos sencillos para subir de nivel a lo bestia. La otra posibilidad es que disfrutes como un enano de la gestión, que de todo tiene que haber en este mundo.
Aún me quedan dos escenarios (o tres) por jugar, que yo sepa, y no sé si volveré a darle una oportunidad. Mi sentido del deber videojueguil me empuja a terminarlo, después de haber invertido tanto tiempo en él y la verdad es que ni siquiera puedo decir que haya servido para haber aprendido algo de mitología, porque todo lo que cuenta el juego ya lo sabía.
Tuvo una expansión, un DLC para los modernos, totalmente innecesario, solo para masoquistas e hikkikomoris y quién sabe si destinado a acabar con estos por aburrimiento extremo. Mi consejo es que si queréis aprender de mitología de forma divertida, vayáis a la biblioteca en época de exámenes y con suerte incluso ligaréis con una estudiante de cultura clásica.
Si tenéis problemas para dormir, un rato viendo el gameplay y como troncos.
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