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jueves, 10 de septiembre de 2020

Revisitando: Hundra

Hundra era uno de los juegos que más reproducía en el casete de mi MSX de Phillips; no solo por sus coloridos y detallados gráficos, aunque es un simple port del Spectrum que no aprovecha las características de la máquina, o la facilidad de su manejo, sino porque era de los pocos en los que podías avanzar sin morir de mil y una formas. 

Al contrario que en Bestial Warrior, los enemigos, en un numero adecuado, pululan por la pantalla a una velocidad lenta lo cual permite acabar con ellos fácilmente y aunque vuelvan a aparecer, no son una amenaza muy seria. La barra de energía nos cunde y nos permite explorar el mapeado, toda vez que este es más o menos laberíntico, en el cual deberemos encontrar tres piezas con las que liberar a nuestro padre, atado a un poste en la última pantalla.

La utilidad de los ítems imagino que la explicaban en las instrucciones, algo que se ha perdido hoy día, en el que toda la información debe estar incluida en el juego en sí. Aun así, es fácil de deducir mediante ensayo y error para qué sirven. La mayoría curiosamente, para nada bueno, como el hacha que hace que no puedas disparar o el corazón roto que te quitará vida.

Me enteré, años después, de que está basada en una película de serie B para cuyo visionado no he reunido fuerzas suficientes.

Por desgracia, hay un fallo de diseño bastante grave. Si nos dirigimos hacia la pantalla donde está nuestro padre, en esa especie de Isla de Pascua, y no tenemos todas las piezas, no podremos volver sobre nuestros pasos pues no podremos saltar hacia una plataforma que nos cortará el camino, teniendo que comenzar de nuevo la partida. Claro que se puede ver como una forma de alargar el juego; un ejemplo típico de la frase: no es un bug, es una "feature".

Pese a este fallo o la caída irreparable a determinado hoyo, dos décadas después, Hundra es perfectamente disfrutable, al menos más que la mayoría de títulos, y agradecería un remake de nueva generación. 

 Gameplay de la versión Spectrum

    

lunes, 27 de abril de 2020

Revisitando: Bestial Warrior

Siendo niño, con mi flamante MSX casi sin estrenar, me compraron el pack Dinamic 90, uno de los tantos packs de juegos que se llevaban por la época, en el que se podían encontrar títulos como Navy Moves o Rescate Atlántida. Sin embargo, el que más me fascinaba era un arcade run'n'gun, como se dice ahora, de ir pegando tiros mientras se recorrían las llanuras de una planeta lejano infestadas por extraños seres deseosos de saciarse con nuestra sangre.

Lo jugaba sin parar, y cuan fue mi frustración, cuando la cinta que lo contenía se perdió para siempre, sin haber salido de mi humilde habitación. Este hecho merecería de por sí una investigación por parte de Íker Jiménez, aunque la explicación más probable es que algún "amigo" de lo ajeno, me la birlara en alguna tarde de juegos frente a la pantalla.

Como fuera, hasta fecha reciente, gracias a la magia de los emuladores, no pude echar una partida a este Bestial Warrior, de Zeus Soft. En su momento no me percaté del detalle de que no fuera obra propia de Dinamic, aunque en aquel entonces no entendía, ni me interesaban, los temas de marcas, desarrolladoras ni nada que no fuera jugar.


Para qué decir otra cosa: el juego era malo. Hoy día, con una cantidad de juegos rayana en lo interminable, no se entenderá, pero en los inicios de la informática de consumo, cuando los juegos le costaban un ojo de la cara a tu padre y no tenías otra cosa a la que jugar, no podíamos permitirnos el lujo de desechar un título por muy infumable que fuera. Había que entender también que no habíamos jugado a otra cosa antes. En mi caso era la primera vez que veía sprites en movimiento. Partíamos de la nada absoluta y ya solo ver a un muñegote responder a nuestras acciones en un televisor nos absorbía durante horas.

Para los estándares actuales, como decía, es injugable. El protagonista tiene un manejo muy suave, responde bien a los controles y pese a que no tiene scroll y se traslada de pantalla en pantalla, no es lento en su desarrollo. El gran problema, el único así sin analizar demasiado, es que los enemigos aparecen sin descanso. De nada sirve limpiar la pantalla, al instante vuelven a aparecer. Tampoco siguen todos un patrón fijo, sino que, los más sencillos de esquivar, se mueven a toda velocidad de un lado a otro de la pantalla, siendo los más tocapelotas los seres voladores que se lanzan a por nosotros. Es fácil perder las tres vidas con las que contamos en las 5 primeras pantallas. Recuerdo, eso sí, que a fuerza de voluntad y probar una y otra vez, llegué a avanzar bastante, pero ya no tengo tiempo y he de decir, que Bestial Warrior, quedará para siempre en el mundo de los buenos recuerdos y no lo volveré a jugar jamás.

jueves, 28 de febrero de 2013

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