viernes, 19 de octubre de 2012

¿A qué jugar?

El otro día, cansado de los juegos de X360 que tengo, decidí ver qué podía hacer con el cuasi inutil servicio de Xbox Live. Poco más o menos que lo único decente que podía hacer con la parte gratuita del servicio on line de Microsoft era descargar demos de futuros juegos, y ni siquiera todos pues para jugar a la beta de Medal of Honour Warfighters debías ser usuario Gold.

Tras varios minutos eligiendo distintos títulos comencé a echarle un vistazo al primero de ellos: Dante´s Inferno. No estaba mal. Salían pechos virtuales, los entornos eran muy detallados, la jugabilidad... ya había jugado a ese juego. Se llamaba God of War, que a su vez me recordaba a Devil May Cray, que a su vez me recordaba a The Chaos Legion... Aún así decidí completar la breve demostración antes de probar otra de las recientemente descargadas: Bayonetta. No estaba mal. Salían pechos virtuales, algo más cubiertos pero lo compensaban unas piernas kilométricas, los entornos eran muy detallados y la jugabilidad... me recordaba a Dante´s Inferno, que a su vez me recordaba a God of War, que a su vez...

Algo mosqueado decidí cambiar de tercio: Ninety Nine Nights fue el elegido. Y en el momento en que vi hordas de asiát... de caballeros venir hacia mi a punto estuve arrojar el mando contra el televisor en el que se desarrollaba un clon del Dynasty Warriors, en cualquiera de sus repetitivas iteraciones. Tras dar una oportunidad a un par de clones de Prince of Persia, uno de ellos con el otrora respetado sello "Lara Croft" llegué a la conclusión de que los videojuegos se encuentran en la cumbre de su propia revolución industrial donde los productos se manufacturan en cadena, sin ese cariño que los títulos (no todos para ser sinceros) de la época artesana de los videojuegos destilaban. Así pues hoy día, si de escoger un título se refiere, hay que hacerlo tras un período de reflexión e investigación.

Cuando comencé a jugar con consolas, allá por la época de los palos y los cuadrados luminosos, los criterios para elegir un juego se limitaban a una buena carátula y los pantallazos de la parte trasera de la caja. Las revistas del sector apenas existían y no tenían la distribución actual. De Internet mejor no hablar. No es extraño pues que fuera la época dorada de los ilustradores de videojuegos como Luis Royo o el mítico Azpiri, cuyas portadas hacían ya valioso de por si tener determinado juego.

Tampoco hacía falta mucha más información. Casi todo era nuevo, aunque también hubiera clones si, y todo nos sorprendía. Las nuevas generaciones no comprenderán lo que fue ver unos sprites moviéndose por la pantalla, por muy cutres que fueran.

A medida que fui creciendo, también lo hicieron mis experiencias, y mis intereses se fueron ampliando; y las carátulas ya no fueron suficiente porque también creció otra cosa muy importante a la hora de discriminar entre un título u otro: el precio.

Empezó la época de los géneros. Todo el mundo tenía su favorito y otros que no probaría jamás a no ser que le regalaran el cartucho. Empezaron a estar en la calle términos como: mecánicas de juego, polígonos, banda sonora...

Uno escogía un juego por muchos motivos. El más utilizado eran los gráficos. Cuanto mejor se viera un juego más divertido debía ser... o igual la diversión ya no importaba tanto. Del mismo modo que los equipos de fútbol fichaban futbolistas por sus nombres extranjeros, los jugadores compraban juegos por sus gráficos hipervitaminados y sorprendentes.

Claro que ahora, es difícil que unos gráficos sorprendan tanto como lo hicieron los de Donkey Kong Country o el primer Crysis, que fracasó miserablemente porque al final, no solo de texturas en alta resolución vive el hombre.

Así que, a día de hoy, ¿qué criterios sigo a la hora de jugar a determinado título? No los gráficos. Creo que ni siquiera me sorprendería el uso de entornos cercanos a la realidad o incluso reales. Sería como hacer interactiva una película. La próxima revolución gráfica estará en el campo de la realidad virtual. Mientras tanto, no pienso comprar un juego por muy bonito que se vea.

De las mecánicas de juego mejor ni hablar, con clones de plataformas acrobáticos y FPS. Muy original debe ser la forma de jugar para, por si sola, hacerme decantar por ella. La música nunca ha sido un factor decisivo creo que para nadie, ni siquiera aunque sea horrible.

Así que al final lo que queda es la historia. En cuanto vi en las estanterías de la tienda la caja de Metro 2033 lo compré. No me preocupé de nada más, pues ya había leído el libro en el que estaba basado y me había gustado tanto que no me pude resistir a su adaptación interactiva. A estas alturas de mi vida, no tengo tiempo de intentar superarme en un juego, lo que quiero es disfrutar de una buena historia, sin importar barras de energía, items, enemigos finales y demás parafernalia.

Así pues, actualmente solo me decanto por juegos en los que el entramado técnico y jugable esté al servicio de la historia y que esta no sea una mera excusa para desplegar todo un castillo de fuegos artificiales.

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