domingo, 23 de diciembre de 2012

Las recreativas de mi vida


Antes de que los videojuegos se convirtieran en una poderosa industria y ocuparan todos los nichos del mercado, en los 80, un joven podía iniciarse en el mundo del entretenimiento digital de tres maneras posibles: con las maquinitas (me resisto a llamarlas Hand-helds), los vetustos ordenadores personales de 8 bits y las máquinas recreativas.

En los puede ocupar a veces parte de la pantalla en su afán por no perderse nada. Finalmente se encontraban los ases del joystick, que podían pasarse la tarde entera jugando con una sola moneda. Si se daba el caso de que iban sin dinero y estabas pasando un mal rato en alguna pantalla, siempre se ofrecían a pasársela por ti.

En cualquier caso en mi juventud desconocía de la existencia de semejantes lugares de perdición, por lo que mi aproximación a las recreativas vino de mano de las frecuentes visitas a un bar que se encontraba frente a mi casa.

Cuando una mañana trajeron la máquina con el Legend of Hero Tonma, el barrio sufrió una revolución. En kilómetros a la redonda no había ningún otro entretenimiento electrónico con el que los chavales del lugar pudieran disfrutar, por lo que pronto el local se vio lleno de prepúberes que vociferaban y daban saltos junto al taburete del afortunado jugador del cual más de una vez llegaron a derribar por su frenesí incontrolable y algo de mala leche. Al final todo el mundo terminó jugando de pie.

Por mi parte solo pude probar el juego en un par de ocasiones. Me pareció en su momento un sublime arcade plataformas que me recordaba a alguna serie de televisión cuyo nombre siempre tuve en la punta de la lengua para nunca salir. No pude avanzar mucho. Apenas me llegué a la primera fase. Eran mis inicios como "hardcore gamer" y era bastante malo.

Fue en una venta de carretera típica de la provincia malagueña donde me encontré con un juego que me impactaría como ningún otro en décadas: Ghost Pilot, el shoot´m´up de SNK en el que me dejé 200 pesetas antes de que me arrancaran de la palanca de control. Tal fue la impresión que me causó, que estuve buscando una versión para mi MSX por todas partes. No la pude encontrar, porque no existía claro aunque en aquella época previa a Internet y descubrir Micromania yo no podía saberlo, pero en cambio me hice con una casette que contenía dos títulos que me parecieron de corte similar: Mekong y Zond. En realidad lo que me atrajo fue la carátula, la pérfida carátula. Y bueno, era un niño inocente. En cualquier caso, los disfruté como si fueran el original.

En aquella época hubo una especie de fiebre de las recreativas y todo local enfocado al esparcimiento del público tenía la suya propia. Así, pude probar Tetris en una cafetería escondida en un callejón poco transitado. No me gustó, y consideré los 5 duros invertidos como un despilfarro intolerable. Nunca he sido muy fan de los juegos de lógica. Además tenía muy relacionado el jugar a la recreativa con acción ciega, sin reflexión, algo que chocaba con la acción más pausada del título soviético.

Quedaba poco para que descubriera las consolas de 8 bits cuando me dieron a conocer los dos salones recreativos que había en mi pueblo y de los que no me había percatado nunca. Allí tuve ocasión de interactuar con la fauna antes descrita y participar de las modas del momento, primero con el juego TMNT 2 y luego con WWF. Tanto las Tortugas Ninja como los luchadores de wrestling estaban en la cresta de la ola juvenil. Las peleas del Poli Loco y los nunchakus de Michael Angello copaban las conversaciones de los chavales en el recreo y como no podía ser menos, sus conversiones jugables acaparaban toda la atención.

Aquello terminó cuando llegó el último emperador de la edad de oro de las recreativas: Street Fighter II. La primera vez que oí hablar de él fue en un recreo. Fue curioso porque por la descripción que hizo de él uno de mis compañeros pensé que estaba hablando de King Quest V, título en las antípodas del juego de Capcom. El fin de semana siguiente fui a probarlo y quedé cautivado. Años después me compraría la SuperNintendo por la versión de este juego que la acompañaba en un espectacular pack.

El dominio de las recreativas comenzó a resentirse para caer no mucho después pese a los intentos de crear cabinas interactivas, ampliamente usadas en los juegos de carreras como Sega Rally, motos: ManxTT o shoot´m´ups: GLock que mejoraban la experiencia hasta llegar a altas cotas de realismo. No fue suficiente. Al final se vieron aplastadas por el rodillo tecnológico de las nuevas máquinas caseras.


Los de mi barrio eran infinitamente más cutres

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